A rey muerto, rey puesto.
Expresión o refrán, que nos transmite la idea de cambio,
diligencia, prisa, prontitud.
El empleo de la expresión «a rey muerto, rey puesto» se
repite en multitud de obras, entre las que cabe citar El Cid Campeador: novela
histórica original (1852), de Antonio de Trueba, o La familia de Alvareda
(1979), de Fernán Caballero.
Su significado nos indica la prontitud con que se ocupan los
puestos vacantes o, en general, a la rapidez con la que se suceden los cambios.
Se emplea con frecuencia para afirmar que nadie es imprescindible y que se
olvida pronto, ya sea en el trabajo o en el amor.
"A rey muerto, rey puesto"
El uso de la expresión está vinculado al concepto de que nadie es indispensable y en el que los cambios se dan a una velocidad tan vertiginosa que la idea de que algo o alguien sea permanente e imprescindible se ha tornado casi utópica.
Se aplica a contextos muy variados, en el amor, en el
deporte, en la política…
En cuanto a su origen, algunos hacen referencia al año 1705,
momento histórico cuando el rey Felipe V “El Animoso” condujo a su ejército contra el
archiduque Carlos de Austria, que defendía el castillo de Montjuic, en
Barcelona. Los soldados quisieron poner a salvo al monarca alegando que eran
miles, pero soberano solo había uno, y él contestó que “si el rey muere, otro
habrá, que a rey muerto, rey puesto”.
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https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=58127&Lng=0
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